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El Triángulo Costa: los últimos miembros

Son fechas complicadas y de gran convulsión política y social para el valle, el municipio y el país. El Triángulo Costa n°5 turonés vive sus postreros días. Bajas personales, persecución, tribunales y condenas para unos, exilio forzado para otros, los últimos miembros difuminan en sus nuevas vidas la propia historia de la masonería turonesa.

El Triángulo Costa nº 5 - Masones y socialistas en la cuenca minera asturiana

 

Parte IV :  últimos miembros

 

 

Ernesto Burgos Fernández

 

Los últimos miembros del triángulo

Con respecto a los últimos incorporados al triángulo, el 26 de abril de 1929 lo hizo Joaquín Fernández Riesgo, que pertenecía a una familia radicada en La Carrera (Siero) y era hermano del médico pediatra Cándido Fernández Riesgo, quien sería alcalde de Langreo, y de Ramón Fernández Riesgo, militante del Partido reformista.

Joaquín tuvo el simbólico fue “Pi y Margall”, reflejo de su pensamiento, participando también de la corporación nacida en abril de 1931, pero cesó voluntariamente en marzo de 1933 tras haber autorizado el traslado y sacrificio de una vaca que acabó vendiendo en su comercio sin autorización, lo que le costó no solo un expediente municipal sino hasta el cambio de residencia a Madrid para evitar los comentarios en la villa.

Al estar fuera de Asturias perdió su relación el triangulo Costa y aquel mismo año fue dado de baja por falta de pago y asistencia. Tampoco pudo participar en la revolución de octubre, aunque sabemos que durante la guerra civil se incorporó al ejército republicano como capitán y tras la caída de Madrid fue trasladado a Asturias donde fue juzgado.

 

Pasando a Faustino Kuntz García, tenemos constancia de que su membresía es desconocida por sus descendientes, lo que hace suponer que trató de que se olvidase tras su paso por los Tribunales Militares y la posterior acusación del Tribunal de la Represión contra la Masonería y el Comunismo (1).  Kuntz fue maestro propietario en El Pedroso, una aldea mierense, perteneció a la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de Asturias y a Izquierda Republicana formando parte del Comité de Guerra de Mieres y se inició en masonería en agosto de 1930 con el simbólico de “Castelar”.

Según los datos recogidos en el Archivo Intermedio Militar (AIMN) por el historiador Leonardo Borque (2), se le acusó de haber ordenado detenciones de personas e incautación de bienes; tomó parte en el Comité de Instrucción Pública depurador de los empleados de derechas y aunque en un principio se distinguió por “su entusiasmo por la causa marxista”, fue cambiando su tendencia hasta pretender ingresar en septiembre de 1936 en Falange Española. Este hecho fue corroborado por el jefe local de este partido y pesó en su favor junto al informe del párroco sobre sus creencias y prácticas religiosas para que su condena a cadena perpetua se conmutase por la de 9 años de prisión.

Faustino Kuntz, que no estuvo junto a sus hermanos del triángulo “Costa” en la vida municipal de la II República, fue puesto en libertad el 19 de junio de 1941 y falleció en Mieres el 18 de diciembre de 1944. La depuración a la que fue sometido se evidencia cuando leemos en su partida de defunción que se le identifica como “estudiante”.

Al mismo tiempo que él fue iniciado Vicente Joaquín Muñiz Alcedo con el simbólico “Argüelles”. Nacido en Puente Los Fierros en enero de 1891, sus padres también eran naturales de esta zona del concejo de Lena. Luís Muñiz era de Campomanes y  Felisa Alcedo de  Telledo. Estaba casado con Marina Rodríguez Blanco y desarrolló su trabajo como capataz  en una empresa próxima al valle de Turón, Minas Ortiz Sobrinos, siendo también consejero técnico de Minas Reunidas.

Vicente Joaquín también fue socialista, combatió en la revolución y en la guerra civil y, según parece, tras la caída de Asturias se echó al monte, ya que murió a los siete meses de la liberación de la provincia en un enfrentamiento con las “fuerzas de liberación” que pretendían detenerlo (3).

El menos conocido de estos últimos hermanos del triángulo Costa fue Fernando González Fernández, que curiosamente coincidió en su nombre y dos apellidos con “Cubia”. Nació en abril de 1904 y residía en Mieres. La diferencia edad con los otros miembros del triángulo Costa y su oficio de jornalero, que lo aleja de los ambientes en que estos se movían hacen que su iniciación el 6 de junio de 1930, con el nombre simbólico de  “Voltaire” nos llame la atención, pero los datos sobre su biografía son muy escasos. Es probable que haya muerto antes de la guerra civil, tal vez durante la revolución de octubre.

 

Dos masones socialistas imprescindibles

Otro destacado masón y socialista mierense que debemos citar por su relevancia aunque no haya estado vinculado al triangulo Costa fue Eliseo Fernández Bayón, más conocido por su nombre de guerra “Alberto Fernández”. Nació en Mieres el 14 de enero de 1914.  Su madre murió aquel día  y su padre no le dejó ser minero y le forzó a seguir en la escuela hasta que en la adolescencia empezó a trabajar en una panadería. Ingresó en las Juventudes Socialistas y en la UGT, haciéndose un nombre gracias a las crónicas que empezó a publicar en La Aurora Social con solo 16 años, luego lo hizo en Renovación, Avance, y La Hora.

Resultó herido y luego encarcelado en octubre del 34 hasta que la victoria electoral del Frente Popular trajo la amnistía en 1936. En la guerra civil  combatió como oficial en el frente Norte y luego en El Ebro y en Cataluña formando parte del Ejército del Este hasta que se exilió en Francia. Allí fue donde eligió el nombre de Alberto Fernández para tener una nueva identidad con la que integrarse en la resistencia francesa.

Tras la II Guerra mundial dirigió los periódicos L´Ariége libre en Foix y Le Patriote, de Toulouse y reforzó sus posiciones con los socialistas de la diáspora: Ramón Lamoneda, Juan Negrín, Ramón González Peña o Arístides Llaneza.

En los años 60 empezó a publicar libros sobre sus propias experiencias: La España de los maquis; Emigración republicana española; Españoles en la  Resistencia o El exilio español de 1939, en colaboración con otros autores. Aunque su gran proyecto intelectual fue resucitar en el exilio la revista Avance, complementándola con una editorial del mismo nombre. También representó a la sección del PSOE de París en 1974 en el XIII Congreso celebrado en Suresnes.

Al margen de la política, otra de sus aportaciones fue la recuperación del pintor asturiano Luís Fernández, también masón, del Gran Oriente de Francia, fallecido en París en 1972. Sobre él publicó en 1985 Materiales para una biografía, editado por la Consejería de Cultura del Principado de Asturias, completando su faceta artística con la reproducción de documentos del Gran Oriente de Francia que demostraban su pertenencia a la Orden desde su iniciación en la logia parisina Fraternité en 1927.

Alberto Fernández era más joven que los miembros del triángulo Costa y es probable que no tuviese más relación con ellos que la estrictamente política en lo relacionado con la actividad socialista. Por ello seguramente su primer contacto con el hiramismo se hizo ya en el exilio francés (4).

 

Con todo, al hablar de la Masonería en el Mieres de estas décadas es inevitable referirse a Juan Pablo García Álvarez, uno de hiramitas más notables de Asturias. Nació en esta villa el 28 de junio de 1908 y falleció en México D.F. el 6 de junio de 1982. Su esquela masónica se publicó en el diario El País y fue una de las primeras que se pudieron ver en la España democrática.

De familia obrera vinculada a la izquierda local, sus padres Jacinto y Jesusa pudieron darle estudios, primero en las Escuelas Primarias de Infiesto y de nuevo en Mieres en el Colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana  y en el Colegio de Segunda Enseñanza, que entonces dependía del Instituto Oficial de Oviedo y al que volvería, siendo ya abogado, como profesor de Geografía e Historia Universal y de España. Gracias a una beca del ayuntamiento mierense obtuvo la licenciatura de Derecho en las Universidades de Madrid y Oviedo y allí fue alumno de los profesores progresistas Adolfo G. Posada y Rafael Altamira.

Miembro de la Agrupación Socialista y de las Juventudes Socialistas de Mieres fue su presidente en 1933 formando parte la Ejecutiva Nacional de las mismas y de la Comisión Ejecutiva de Asturias. Ese mismo año figuró en la candidatura del PSOE por Oviedo para las elecciones generales sin resultar elegido (5).  

Fue encarcelado por su participación en la revolución de octubre y en el periodo republicano su carrera jurídica se aceleró, pasando de ser juez de primera instancia e instrucción a magistrado de las Audiencias Territoriales de Oviedo y Barcelona; presidente de la Delegación del Consejo Superior Bancario para el norte de España y vocal de la Comisión Jurídica Asesora del Gobierno. Durante la guerra civil tuvo el cargo de comisario político de la Primera Brigada Ligera de Infantería de Asturias y ejerció como presidente del Tribunal Popular de Asturias en Gijón y del Tribunal de Espionaje, Alta Traición y Derrotismo del Norte.

El 12 de octubre de 1937, huyó a Francia en la draga "Somo", del Departamento de Obras Públicas de Avilés, desde el puerto de San Juan de Nieva y es conocida la anécdota que protagonizó al llegar al puerto de Lorient cuando gracias a una señal masónica suya el práctico del muelle abrió el paso a la expedición:

“El subprefecto de Lorient estaba en el puerto esperando nuestro arrimo. Juan Pablo se plantó en lo alto de la proa, miró fijamente al subprefecto y le hizo un extraño gesto: colocó su mano derecha sobre su hombro izquierdo y fue bajándola lentamente hasta llegar al hígado. Fue un milagro. Dos horas después nos subían a bordo una barra de pan y medio kilo de queso gruyere para cada uno…” (6).

Luego regresó a  Barcelona y allí presidió uno de los tribunales encargados de juzgar en Barcelona a los militantes del POUM (entre los que se encontraba su amigo Manuel Grossi) en octubre de 1938. Tras la derrota republicana en la  guerra civil se exilió en Francia, Guatemala y Santo Domingo, donde creó el Instituto Cristóbal Colón, del que fue director hasta que llegó a México en diciembre de 1940.

En el exilio tuvo que ganarse la vida como otros destacados socialistas que habían desempeñado altos cargos en el Gobierno de Asturias y León: trabajó en una fábrica de jabón, en un bazar de calzado, como vendedor de libros y como agente de seguros  antes de poder dedicarse a la enseñanza.

Fue profesor en la Universidad Femenina de México, en la Escuela Nacional de Preparatoria y, finalmente, catedrático de Sociología e Historia del Derecho Positivo Mexicano en la Universidad Nacional Autónoma de México. También correspondiente de la Asociación Internacional de Sociología de México.

En cuanto a su vida masónica, se inició en tras su iniciación en Madrid en 1934 con el nombre simbólico de “Espartaco” en la  logia Concordia nº 14 de Madrid, dónde ya estaban otros asturianos vinculados con el mundo de la justicia: el abogado Antonio Guisasola y el procurador Díaz Pedregal y también el comerciante Celestino Fernández Nevares.

Pasó después por la logia Argüelles nº 3 de Oviedo y la logia Victoria de Barcelona, de la que llegó a ser Venerable y ya en México fue el primer secretario general del Gran Oriente Español y Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33º para España entre 1972 y 1978. Bajo su mandato se redactó el primer manifiesto conjunto entre el Supremo Consejo y el GOE, que se dividían la masonería española en el exilio. Cuando murió era uno de los personajes más destacados del exilio español en América,  pertenecía a innumerables sociedades y estaba en poder de las más prestigiosas condecoraciones mexicanas, entre ellas la Legión de Honor Nacional.

 

Conclusión

La Masonería mierense vivió entre el final del siglo XIX y el principio del XX la misma evolución que se siguió en toda España. La crisis interna y la represión que sufrieron las logias a raíz de la guerra de Cuba la hicieron desaparecer. Hasta ese momento se mantuvo una fuerte vinculación con los movimientos republicanos y laicistas. Tras la fundación del triángulo Costa nº 5 en Turón en 1928, una parte de sus integrantes mantuvo esta tendencia conviviendo en buena armonía con otros que se inclinaron por el socialismo, una ideología que tenía en los valles de Mieres uno de sus referentes nacionales a partir de la fundación del Sindicato de Obreros Mineros de Asturias en 1910.

Algunos de estos masones participaron activamente tanto en la vida política municipal como en la insurrección de octubre en 1934 siendo represaliados por ello. Sin llegar a integrarse en el triángulo, seguramente por razones de edad, ya que eran más jóvenes, otros hiramitas mierenses, también socialistas, participaron en el mismo movimiento revolucionario y la posterior guerra civil y siguieron manteniendo su membresía en el exilio. Uno de ellos, Juan Pablo García Álvarez llegó a ser desde el exilio Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33º para España.

 

(Partes I, II y III ya publicadas)

© Ernesto Burgos , para EVDT, agosto 2016

 


(1) Después de entrevistarme con sus familiares, estos manifestaron su total desconocimiento de esta circunstancia.

(2) BORQUE LÓPEZ, Leonardo (2010): La represión violenta contra los maestros republicanos en Asturias, KRK ediciones, Oviedo, p. 567-569.

(3) El dato lo proporciona Víctor Guerra a partir de la información obtenida en el Archivo Histórico Provincial de Oviedo.

(4) Tuve la oportunidad de conocerlo cuando regresó a Asturias tras la muerte de Franco y siempre le gustaba identificarse como socialista y francmasón.

(5) Boletín del Centro Republicano Español de México XII.1980, VI.1982 y II.1984;

(6) Lo contó en sus memorias El enorme placer de matar un gendarme otro exiliado Santiago Blanco “El Avilesu”, quien al igual que Manuel Grossi Mier desde Francia, el propio Juan Pablo García desde México y otros mierenses que habían compartido la experiencia de la revolución mantuvieron toda su vida el contacto epistolar.